Federico Robledo y una historia con 30 años de trabajo en la preservación de la Reserva Guaraní

Con 47 años de existencia la Reserva de Uso Múltiple Guaraní (RUMG) guarda consigo años de trabajo, investigación, planificación, conocimiento, anécdotas e historias. Por ella pasan investigadores, docentes, nodocentes y estudiantes que deciden adentrarse en su riqueza natural, su silencio y su grandeza. Federico Robledo es, sin lugar a dudas, una de las personas que más conoce el espacio. Dedicó más de 20 años de su trabajo en la Universidad Nacional de Misiones en preservar el lugar que posee 5.343 hectáreas y está ubicado en el departamento de Guaraní.

Con 72 años y ya jubilado de su trabajo como nodocente de la Facultad de Ciencias Forestales, cuenta sus anécdotas en el espacio en el que según comenta, llegó a quedarse hasta 45 días sólo.  

Robledo es egresado de la Escuela Agrotécnica Eldorado promoción 1972. De ella se recibió con el título de Técnico Forestal, por lo que al poco tiempo empezó a trabajar en diferentes áreas relacionadas al monte nativo. 

En 1988, cuenta, lo llamaron para ser parte del proyecto Guaraní, en ese entonces junto a los ingenieros Martín Gartland y Oscar Arturo Gauto, quienes fueron decanos de la institución en diferentes periodos, se dedicó a la explotación de yerba silvestre. 

En ese entonces en el espacio sólo había una vivienda y no contaba con servicio de electricidad. Robledo cuenta que llegar hasta el lugar que queda a 30 kilómetros de la Ruta Nacional N° 14,  era difícil ya que en muchas zonas no había caminos y los pobladores tenían sus viviendas distanciadas una de las otras.

“Muchas veces tuve que caminar los 30 kilómetros, sobre todo cuando llovía porque sabía que nadie iba a entrar. Salía a las 7 de la mañana y llegaba antes de las 5 de la tarde a la Ruta para tomarme el colectivo. Tiempo después me compraron un caballo para poder moverme en la Reserva”, dijo.

Una vez que se adentraba en el espacio natural, la desconexión era total. En ese entonces no existían teléfonos celulares. Era él, su caballo, su mochila, y su amor por la naturaleza. Cuando pasaba semanas enteras sólo, se iba a la comunidad “Caramelito” que ya habitaba la Reserva para pasar tiempo en compañía.

“El ser humano se acostumbra. Los primeros días cuesta adaptarse, después uno se adapta a la soledad y hasta podes hablar sólo. El tema es tener la mente siempre ocupada. A la mañana temprano hacía fuego en la cocina leña, escuchaba radio, hacía mi plan de trabajo y salía. Volvía al mediodía para comer y luego volvía a salir”, explicó. 

Seguido a la explotación que se llevó a cabo en el predio, se iniciaron los trabajos de aprovechamiento coordinados por los ingenieros Forestales y docentes de la Facultad, Luis Grance y Domingo Maiocco.  Robledo se encargaba de marcar los árboles.

Tiempo más tarde se desarrollaron trabajos de investigación, enriquecimiento bajo cubierta, se abrieron rumbos y se plantaron especies. “El trabajo se volvió más dinámico y en el lugar circulaban más personas”, comentó. 

Luego fue trasladado para trabajar como chofer de la institución en su sede central de Eldorado pero siempre se mantuvo en vinculación con el monte nativo. Tanto que aún estando jubilado desde el 2018, sigue yendo mensualmente al espacio que posee la Universidad y otros aledaños ya que cuenta con un carnet de guardafauna otorgado por el Ministerio de Ecología. 

En mayo de este año, en uno de sus recorridos a pie en el interior del espacio, Robledo descubrió un nuevo salto por lo que fue bautizado y señalizado con su nombre. 

Para él la Reserva sigue manteniendo un buen estado de conservación pero sí notó una disminución en las especies de fauna que antes habitaban el predio. En su relatos recuerda haber visto huellas de tigre, un puma que merodeaba cerca de la casa principal, al pato serrucho o al águila harpía que ahora se encuentra en peligro de extinción. 

Incendios en Guaraní y un mensaje a los jóvenes

En los incendios que consumieron más de 400 hectáreas en la Reserva, Robledo fue uno de los primeros en ser parte de las brigadas que le hicieron frente al fuego. Ante la consulta sobre las sensaciones vividas en ese momento, explicó que lo invadió la “impotencia” ya que en todo su periodo siendo parte del lugar, nunca hubo un incidente de esa magnitud. 

Él está convencido de que es necesario que los jóvenes se comprometan con las causas ambientales porque cada vez será más necesario.  

“Para mi la RUMG es un lugar excepcional, es el espacio donde pude perfeccionarme y aprender. Creo que si te comprometes con un trabajo luego lo terminas amando, yo puedo decir que amo a la Reserva”, concluyó. 

*Esta nota fue elaborada para la edición Nº 16 de la revista Nexos Universitario. Podés visualizarla en formato digital en este link: Nexo Universitario edición nº 16